A los 17 años realicé un pacto con Dios, cuando recién lo había conocido y al ver su misericordia y como llegó a tiempo a mi vida de lo más profundo de mi corazón le dije: Señor ya que me has librado hasta este momento que he llegado a ti. Te entrego todo de mí: Mi juventud, mi vida, mi virginidad es tuya. Es algo de lo mucho que me enorgullecía, que él llegara a tiempo y me haya guardado. Siempre he pensado que él me ha guardado para una persona muy especial.
Sé que tu me has guardado. No sé lo que harás porque sé que algún día me casaré.
En aquel tiempo le venía pidiendo un novio no un esposo, sino un novio.
Entonces pedí mientras buscaba, pero en ese momento se lo puse en las manos de Dios y en vez de pedirles características físicas le dije: solo te pido que ese hombre te ame más que yo. Mucho más de lo que yo te amo.
A pesar de tener muchas dudas porque siempre quise ser una mujer independiente con ese pensamiento me criaron mis padres. Concilié con inocencia a Dios. No sé lo que harás, pero le dije en mi noche de bodas, recibas eso tan especial por lo que me había guardado. Porque era suyo.
Una vez me bajé del bus, ese día prediqué, creo, era un tiempo en que lo hacía con mi enamorado. Un hombre se bajó conmigo y me dijo. Te veo en un altar. Has hecho un pacto uno de sangre. Me asusté, no lo conocía y recordé de inmediato el pacto. Él, me dijo todo, mi pasado, mi presente, mi futuro. Solo Dios lo podía saber nadie más.
Después de aquello investigué y supe que la virginidad es un pacto de sangre, que Dios en su perfección, no lo había puesto por nada, tenía un propósito. No sé cómo explicarlo, pero comprendí lo valioso e importante que es para Dios la sexualidad.
Una vez estando en la iglesia, yo entonaba él teclado y mi actual enamorado predicaba. Él se transforma cuando lo hace. Ni yo lo reconozco. El dijo algo tan especial de Dios que me
conmovió, aludiendo como lo había conocido y cuanto lo amaba y sentí en mi corazón que Dios me daba la respuesta a mi oración de hace mucho tiempo cuando hice el pacto, diciéndome allí
está el hombre que me pediste. Aquel que pediste que querías que me amará más que tú.
Y a pesar de que no es perfecto, y yo peor. Sé que él ama a Dios tanto como yo. Con un corazón sincero. Eso es lo más importante para mí. Y aunque ha sido difícil llevar este noviazgo Dios nos ha
guardado y nos ha guiado. Estoy segura que el ha estado en todo y que hizo que nos conociéramos. Que Dios permita que nuestro amor no se apagué nunca y que cumplamos ese pacto para siempre.
Algún día contaré y escribiré las cosas raras que nos pasaba cuando estábamos decididos a terminar nuestra relación. De verdad, parecía irreal. Hasta ahora le preguntó si él influía en ellas.
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